Medida por medida, afila el tiempo su cuchilla.







sábado, 10 de diciembre de 2011

GNOMOS








Esta mañana lo encontré muerto en la fresquera. Hace días las ratas lo habrían devorado, pero se han ido. Me dio pena. Alisé su raída capucha y su casaca, lo enterré junto a los restos del manzano.  

Desde que la Gran Seta brotó tras la cordillera todo muere. Sólo ellos medran: los enanitos. Al principio se limitaban a roer los tallos agostados. Anoche desperté y vi a dos en la mesilla, su piel calcinada, la mirada febril. Comencé a perseguirlos. Tras aplastar a uno en la cocina, lo tiré a la basura. El otro había desaparecido. Cansado, volví a la cama.
Ninguno ha vuelto a entrar en la casa. Prefieren pasar de largo. Creí que venían de la Seta, ahora comprendo que se dirigen hacia ella. Quizá tienen hambre.

El aire sabe a azufre. Cousas do demo.

Hoy, tras encaramarme a un taburete, vi en el espejo mis rasgos descarnados. Tomé una decisión. Desenterré al gnomo para coger su ropa. Me queda perfecta. Debe ser mágica. He emprendido viaje a las montañas. Algunos de mis congéneres se comen a los muertos, acabarán enfermos. Yo me voy a casa, a la Gran Seta. Tengo un hambre atroz.



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